viernes, 17 de octubre de 2014

Saber que no voy a mejorar.

Todo el mundo me pregunta lo mismo desde que he empezado con la medicación:

-¿Estás mejor? ¿Sientes algo con los pinchazos?

Es cuando les explico que no, Que esta enfermedad es incurable, que mi tratamiento es de por vida y sobre todo que no voy a mejorar.

Yo estoy bien, de veras que no tengo ningún condicionamiento físico que me impida hacer una vida normal pero mi mano no está como siempre y solo yo lo noto.


Ni siquiera mencionaré mi cara porque el adormecimiento que tengo a veces ni soy capaz de percibirlo yo misma. Está ahí pero me he acostumbrado.

Mi mano es otra cosa. 

Es la mano derecha y yo soy diestra. De esas diestras que tienen la mano izquierda para llevar el reloj y yo ni eso que siempre me lo puse en la derecha,

Siento muchas veces como mi mano se me traba, como me cuesta escribir en el teclado en estos momentos y la dificultad que tengo al coger cosas que requieran delicadeza. Tú no lo ves. Yo sí lo siento. Y en esos momentos me agobia la sensación de saber que siempre será así y encima he de dar gracias porque no sea peor.

En algunos momentos mientras conduzco cojo la palanca de cambios de una forma muy extraña, me resulta incómoda pero no puedo hacerlo de otra forma, Me pregunto entonces qué ocurrirá cuando no pueda conducir. 

Esto es una espada de Damócles que se tambalea sobre tu cabeza. Sabes que nunca caerá pero siempre te preguntas qué pasaría si cayese. ¿Qué pasará?


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