lunes, 28 de julio de 2014

Tarántulas, mis nuevas amigas. Eligiendo mi medicina.


Y llegó el momento de elegir la medicación que iba a tomar el resto de mi vida. 

Aunque realmente todo puede ser modificable a lo largo de mi enfermedad, bien porque no tolere el farmaco o porque la investigación introduzca en el mercado nuevos fármacos, la decisión era crucial.

Me decía mi amiga: «Te han hecho elegir entre entrar en la habitación con las tarantulas, entrar en la habitación con las serpientes o acabar en una habitación llena de cocodrilos » y no le falta razón.
Las posibilidades que me brindaba la neuróloga eran estas:

Una pastilla diaria con la que se me caía el pelo. «¿Que se me cae el pelo?,¿cómo que se me cae?, ¿cCuánto pelo se me cae?, ¿calva o un poquito? »  Nunca hay promesas con los doctores asi que no me gustó la idea de probar la calidad de mi melena y comenzar a ser la Sidnead O´Connor española.

Una inyección cada dos días en la que horas posteriores tenía un proceso pseudogripal con fiebres y agotamiento que podía durar incluso horas. Mucha gente se tomaba un ibuprofeno media hora antes de pincharse. «Bueno vale, pero su compañera me dijo que el cuerpo se acaba acostumbrando y que ese efecto duraba las dos primeras semanas. »  No, no es verdad. Comienzas a acostumbrarte a la sensación pero nunca dejas de tenerla. O sea, que día sí, día no me voy a encontrar como una mierda.

Asi que elegí tarantulas: pincharme a diario pero sabiendo que el pinchazo duele. Notas el escozor cuando el líquido entra en tí pero al menos el dolor es pasajero. Ahora tendremos que averiguar qué significa que duela. Que duela de verdad o que exagerados que sois.





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